Visión, lectura y deporte
Visión y aprendizaje: cuando no es torpeza, sino una pista
Marc tiene 9 años. Es un niño inquieto, sociable, que va haciendo amigos allá donde pisa. Le encanta correr, jugar al fútbol y montar en bici. También es de esos que siempre termina con un rasguño, un tropiezo o un chichón nuevo.
Su padre lo dice medio en broma, medio en serio: "es un poco torpe".
Marc vino a consulta para una revisión anual. Hace meses, un oculista le había dicho que tenía “vista de más” (sí, a veces se dicen estas cosas tan abstractas que hasta parece que el niño tenga superpoderes). Pero su padre quería quedarse tranquilo.
Y ahí empezamos a descubrir cosas.
Ver bien no siempre es suficiente
Cuando evaluamos a Marc, todo parecía bien a simple vista:
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Ojos sanos.
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Agudeza visual perfecta.
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Enfoque correcto.
Pero al hacer pruebas más específicas, como los movimientos oculares, apareció la pista:
Sus movimientos sacádicos no eran estables.
¿Qué son los sacádicos?
Son esos pequeños saltos que hacen los ojos para pasar de un punto a otro con precisión. Tan rápidos, que ni los notas. Tu cerebro rellena lo que ocurre entre un movimiento y otro.
Pero para que un sacádico funcione bien, hace falta algo más que una visión nítida: hay que tener una buena coordinación entre visión central (lo que enfocas) y visión periférica (lo que te guía por dónde ir).
Marc tenía una visión central muy activa. Pero su visión periférica no estaba ayudando mucho.
Y eso lo vimos enseguida cuando le pedimos leer en voz alta.
Se perdía entre líneas, saltaba palabras, volvía atrás. Y no porque no supiera leer, sino porque sus ojos no sabían seguir el ritmo.
¿Te suena eso de “lee a trompicones”? Pues eso.
Visión y aprendizaje: mucho más que ver claro
Una lectura fluida no depende solo del cerebro o de la comprensión lectora. Los ojos también juegan un papel fundamental. Si los movimientos oculares no están bien entrenados, leer se vuelve agotador.
Y cuando algo cansa, lo evitamos.
Ahí es cuando los niños dejan de leer por gusto, empiezan a distraerse, a parecer "vagos". Pero muchas veces, la raíz está en una dificultad visual no detectada.
¿Y qué pasa con el deporte?
Exactamente lo mismo. Marc ve perfectamente el balón cuando lo tiene cerca. Pero anticipar un pase, esquivar a un compañero o reaccionar con rapidez requiere una visión periférica bien entrenada.
Lo mismo pasa en la bici: su cuerpo va más rápido que su capacidad visual para organizar el espacio. Resultado: golpes, sustos, caídas.
Desde fuera, parece torpeza. O falta de atención. Pero desde dentro, es simplemente una forma de adaptación a algo que no funciona del todo bien.
La buena noticia: se puede entrenar
El sistema visual no es algo estático. Se puede mejorar. Se puede entrenar. Y cuando eso ocurre, los cambios se notan en la lectura, en el aula, en el deporte, en la autoestima.
Porque no, Marc no es torpe. Solo necesitaba que alguien mirase más allá de la agudeza visual.